Tenerte frente a mí aunque sólo sea un instante, coger tu mano y que me lleves a tus dulces aposentos; donde tantos han estado; donde todos sacan algo nuevo. Perder la razón y escuchar tu aliento en la soledad de los silencios. Tomar tus manos, y entregar mi cuerpo al juego de las diez ninfas que son tus dedos. Introducirme en tu sexo; el abismo imposible de lo perfecto. Tan sólo acariciarte es algo hermoso, engendrar un nuevo beso extranjero entre las ruinas del amor, del odio, del juicio. Cuando salgo a tu encuentro, perturbas mi sueño, agitas mi calma en las noches despierto. Llegar a ti es un laberinto de infinitos y escarpados caminos en los que sin remedio me pierdo. Tu búsqueda es puro romanticismo, podría morir por ello. Eres la broma de nadie, para quererte no hay que estar muy cuerdo. La luz al final del túnel de la nada, el fin del rumor de las cigarras. Cualquier tiempo es el momento, nunca seré joven, ni seré viejo para recibir hondo; tu puñal ardiendo. Inundas mi sangre, mi mirada, mi pensamiento. Si es verdad que alguna vez nos amamos y muero, que quede siempre algo en el recuerdo.
(Rubén Arribas)
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